Magia y amor
Que ven en ésta foto?
Tortillas?, chile? Ajo?
Los olores, los sabores, tienen la magia de devolvernos a esos lugares donde probablemente fuimos felices o quizá no tanto... pues bien, en ésta foto, yo veo amor... dejen les cuento una pequeño paraje de mi niñez...
Crecí en un pequeño pueblo llamado Catemaco, en Veracruz México, por razones de la vida, fuí criada por mis tíos abuelos: mi mamá Benita y mi papá Crispín... no éramos ricos, tampoco pobres; mi mami tenía que ser muy creativa para criar a una niña estando ella cercana a los 50's.
Recuerdo haber alguna vez al cine del pueblo, con palomitas pasadas de contrabando! y siempre me quedé con ganas de las deliciosas palomitas con mantequillas del cine...
Con algunas carencias, hubo un tiempo en que solo tuve mi uniforme y un cambio de ropa, una hermosa falda plizada comprada en los puestos de la feria del pueblo, y una playera de algodón sin mangas...
También recuerdo comer frutas recién cortadas de los árboles de nuestra huerta; muchas veces recorrí las calles del pueblo ayudando a mi papà con la cartilla llena de limones, vendiendo por las calles, con tan solo 7-8 años. (en realidad no lo necesitábamos, pero si no la vendíamos, se echaría a perder!
Los domingos no íbamos a la huerta, entonces, nos preparàbamos para ver "siempre en Domingo" en nuestros sillones de madera tejidos a mano.
La botana favorita de mi papà eran: tortillas con chile y ajo! Pero no crean que era cualquier chile embarrado y ya... la receta es así: poner en el comal las tortillas hasta que estén doraditas... mientras se doran, muele en el molcajete 1 chile serrano, 1 diente de ajo y sal, prepara manteca de cerdo...
Una vez que las tortillas estén doradas, úntales manteca y agrega encima la mezcla del molcajete, "solo una embarrada"; y así, calientitas, doraditas, con esa mezcla de olores: chile, ajo, manteca, sal, estàn listas. Oh mi Dios, yo podía comerme 10 tortillas de esas! (obvio era una niña y no me preocupaba ni el colesterol, ni la diabetes, ni los kilitos de más!)
Lo mejor de todo ese proceso artesanal era: las manos de mi mami, esas manos que preparaban todo con mucho amor, esas manos deformadas por la artritis y su corazón que sazonaba la comida más simple para convertirla en un manjar.
Es por eso que, cada vez que me decido a prepararme éstas tortillas, (como hice anoche) mi corazón se inunda de amor, del amor eterno de mi mamá Benita y me transporta en un viaje a mi mágico y adorado Catemaco...
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